La Música del Azar (Music of Chance)
Mi madre me regala una cantidad importante de libros. Empezó cuando yo tendría unos 14 o 15 años. Por suerte, siempre mantuvo la costumbre. Creo que al principio me dio (entre otros) a Cortázar, Borges y García Márquez. Más tarde pasó a Raymond Chandler, Kundera, Hammett y Salinger. Cuando cumplí 18, Kerouac, Sam Shepard, Martin Amis, Paul Auster, Toole, Camus, R.Carver, Bucowski, etc.
Varios de los libros que me traía trataban sobre drogas, sexo, freaks, etc. Un día le pregunté cómo se le ocurría comprarlos. Me los recomienda un empleado de la librería, ya sabe lo que te gusta, me dijo. Mi madre era cliente de la librería del barrio, La Barca.
Años más tarde, empecé a tomar clases de guitarra. Quedaba a unas treinta cuadras de casa. Como soy puntual, siempre llegaba temprano y para hacer tiempo, daba unas vueltas a la manzana. En una de esas vueltas, me metí en una librería. El librero Osvaldo era un tipo grandote y la librería se llamaba La Cita. Charlamos un buen rato, sobre libros por supuesto, y compré algunos. Nos hicimos amigos y también, cliente.
Mi amigo Joao vivía por la zona. Un día estábamos paseando a su perra Greta. Pasamos por La Cita (la de Osvaldo) y entré a saludarlo. Soy cliente de acá, le dije a Joao cuando volví. ¿Este tipo no trabajaba antes en La Barca?, me preguntó.
Bueno, ya adivinaron. Sí, señor, el buen Osvaldo dejó La Barca para poner su propia librería. Viene recomendándome libros desde mis catorce.
Atte.
Varios de los libros que me traía trataban sobre drogas, sexo, freaks, etc. Un día le pregunté cómo se le ocurría comprarlos. Me los recomienda un empleado de la librería, ya sabe lo que te gusta, me dijo. Mi madre era cliente de la librería del barrio, La Barca.
Años más tarde, empecé a tomar clases de guitarra. Quedaba a unas treinta cuadras de casa. Como soy puntual, siempre llegaba temprano y para hacer tiempo, daba unas vueltas a la manzana. En una de esas vueltas, me metí en una librería. El librero Osvaldo era un tipo grandote y la librería se llamaba La Cita. Charlamos un buen rato, sobre libros por supuesto, y compré algunos. Nos hicimos amigos y también, cliente.
Mi amigo Joao vivía por la zona. Un día estábamos paseando a su perra Greta. Pasamos por La Cita (la de Osvaldo) y entré a saludarlo. Soy cliente de acá, le dije a Joao cuando volví. ¿Este tipo no trabajaba antes en La Barca?, me preguntó.
Bueno, ya adivinaron. Sí, señor, el buen Osvaldo dejó La Barca para poner su propia librería. Viene recomendándome libros desde mis catorce.
Atte.
1 Comments:
Sea verdad o mentira la historia, da lo mismo, me parece extraordinaria. Al nivel de los libros que te recomienda Osavaldo desde los catorde años
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