Lunes Nublado
La cosa era que nos levantábamos temprano, andábamos toda la mañana por caminos de tierra, conversando, mirando el paisaje, rogando que no lloviera, reventados de cansancio.
La primera fue en un campito, dormimos al lado de un chiquero, prendimos fuego y comimos una cantidad importante de asado. Magia pura.
La segunda, en el Centro Gaucho de un pueblo. El anfitrión fue Coco. Coco movía la cabeza en forma extraña mientras hablaba. Fuimos a comer pizza con cerveza al centro y cuando volvimos prendimos fuego y tocamos la guitarra.
La tercera fue mi preferida. El campo se llamaba La Siempre Viva. Nos recibió un paisano, Osvaldo, y sus dos hijos. Al principio nos miró con desconfianza pero en seguida se aflojó. Claro, se dio cuenta de todo. Jugué al fútbol con los hijos y a la noche Osvaldo nos regaló un pedazo de cordero. Matute lo cocinó adentro de un cuartucho que no tenía tiraje. La humareda nos hacía llorar. Afuera, una luna inmensa y anaranjada. Después apareció Nahuel, el menor, con una jarra de vino con hielo. Dice papá que es para que hagan correr el asado, nos dijo cuando nos la pasaba a través de una ventana.
Un programa agotador. Las costillas y la nuca dolían en serio.
No sé explicar porqué pero para los tres fue algo muy potente. Supongo que la simpleza de todos nuestros movimientos, la naturaleza, los personajes bizarros que cruzamos, el cansancio y el dolor físico son algunas de las razones. Estoy seguro que otras más importantes se me escapan.
Recién llamó Lu y charlamos bastante.
Ahora es noche de lunes, escribo estas líneas y escucho un disco nuevo. Me gusta acordarme de esos cuatro días en que todo era fácil y todo estaba en el lugar correcto. Estoy seguro que a Lu y a Matute les pasa lo mismo.
1 Comments:
Parece que la vida y la obra estan perfectamente alineadas !
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