Easy Rider
Calor.
Corporación informática, aire acondicionado a máxima potencia. “No la limemos, Lavagna –me dice Aníbal Fernández- y acordémonos de apagarlo, que no nos pase la del radiador”. La del radiador fue que lo dejamos prendido un par de fines de semana y los lunes siguientes la oficina, el infierno. La cuenta de luz, abultada.
Hago llamados y le doy instrucciones precisas a cadete-remolón-chico. “Tenemos que ganar días –le digo- no hay tiempo que perder”. “Ganar días?”, pregunta. “Agarrá las facturas y andá a cobrar, remolón, sí, ganar días”, contesto.
Pasan las horas. Chico vuelve de los trámites. “Gané unos cuantos días”, me dice.
Poco después, “Ya vengo, amigos”, digo.
Camino un par de cuadras y en un kiosko-despensa compro líquido.
Me siento en una plaza. Jóvenes en cueros se meten en una fuente y se tiran agua. De algún lado sale música, es cumbia. Tomo unos tragos y miro a una mujer bonita. Me gusta el vestido que tiene la mujer bonita. Al rato, me paro y camino de vuelta.
Un recreo caluroso. Siempre me gustaron los recreos.
Atte.
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