lunes, julio 18, 2005

Flores de Fuego

La calle está oscura. Me voy acercando. Me atrae desde la primera vez que lo vi, hace unos meses. Es de hierro y parece fuera de lugar.

Empiezo a subir y mis pasos retumban. Arriba de todo, miro hacia la otra punta. Está lejos y me gusta. A los costados, vigas de metal naranja y rejas. Abajo, muchas vías de tren. Camino y camino. El viento me pega en la cara, siempre sopla acá arriba. Me imagino que estoy en una película. El lugar es perfecto.

La clínica. Subo y ella tiene un pañuelo en la cabeza. Adelgazó. Cuando me ve, su sonrisa está vacía, cansada. Le doy un beso y le acaricio la espalda. Su ex-marido me saluda y su hija –mi amiga- se alegra de verme. Hablamos un rato de cosas sin importancia.

Acompaño a mi amiga a buscar algo al auto. Volvemos, salimos del ascensor y nos sentamos en una especie de sala de espera. Hace mucho que conozco a la familia. Hoy, vine a ver a mi amiga.

Aparece el ex-marido y le pregunto si está en auto. Te llevo, contesta.

En el cuarto me despido de la madre y de nuevo la sonrisa cansada.

Durante el viaje, charlamos un poco.

Me hubiese gustado volver a cruzar el puente naranja. Varias veces, ida y vuelta, ida y vuelta.


Atte.

2 Comments:

Blogger Satamarina said...

Los puentes aislan y conectan a la vez.

julio 19, 2005 2:12 a. m.  
Blogger Tia D said...

Muy unica tu manera de escribir...me gusta.

julio 19, 2005 2:56 p. m.  

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