jueves, enero 05, 2006

Mushashos

Ato la bici a un poste. Cruzo la calle y toco el portero eléctrico. “Hola, mushasho”, me dice. “Hola”, “Ahora bajo, te voy a regalar un libro”.

En la calle, viento fresco. Miro el techo de un edificio. Tiene una plataforma, es como un helipuerto. Me da vértigo mirar el helipuerto.

Aparece amigo. “Tomá, mushasho, está agotado” , “Gracias”.

Caminamos unos metros. “Esta es mi bici. Si me la afanan, me hacen un favor”, le digo. “Vamos caminando? Son unas 8 cuadras”. “Bueno, es un toque”. Media cuadra después, “Y si busco mi bici? Tiene la rueda desinflada”.

Subimos al departamento. “Me gusta tu casa”, le digo. La biblioteca, grande, ordenada.

Pedaleamos. Viento, buena noche para pedalear.

En la estación de servicio inflamos las gomas.

Cruzamos varias avenidas. “Me parece que no eran 8 cuadras”, le digo. “Suerte que agarramos las bicis”, contesta.

Avanzamos. Amigo relata: “Dos cuadras para allá, vivía yo”, “Fui al primario a esa escuela de ahí”, “Ves esa luz? En ese departamento vivía una mina que me volvía loco”, “En ese bar para mi viejo con sus amigos”.

(unas 35 cuadras + adelante)

La pizzería, llena de gente. El mozo nos dice algo, ya vengo, ya estoy, o algo así. Amigo es habitué.

Comemos una de muza, dos fainás. Después café y pagamos. El mozo se acerca y nos saluda: “Fue un placer tenerlos acá”, nos dice.

Pedaleamos de vuelta, conversamos, un par de cuadras en silencio.

En una avenida, “Yo sigo por acá”. “Nos vemos”, “Nos vemos”. El final de otro día se acerca. Pedaleo, el viento me pega en la cara y mueve los árboles de la calle.


Atte.